El pasado sábado 8 de noviembre, un nutrido grupo de personas, constituido por docentes del entorno del Parque Natural Sierra de Baza y por población genérica interesada en la jornada, tuvimos la oportunidad de disfrutar del otoño en las más altas cumbres del Parque Natural Sierra de Baza.
La jornada comenzó en el Centro de Visitantes Narváez, donde realizamos una pequeña reflexión previa a la jornada, ya que, al desarrollarse esta íntegramente en las zonas altas del Parque Natural, mostraría una visión sesgada del complejo y rico sistema de ecosistemas que componen este espacio protegido.
Las plantas y sus animales asociados “ocupan” un lugar determinado en el medio, condicionado por factores como la altitud, la humedad, el tipo de suelo, etc. ¡Vamos!, que al igual que nosotros vivimos en distintos barrios y en distintas plantas dentro de un mismo edificio, el resto de seres vivos también tiene que buscar aquel ambiente que se adapta a sus particularidades. Además, esta sierra tiene otra características importante, es un macizo montañoso algo más húmedo, rodeado de planicies algo más secas, lo que la convierte en una “isla”, relativamente aislada de ambientes con características similares.
En el trayecto de subida a las altas cumbres, pudimos apreciar como la vegetación iba cambiando y disfrutamos de los fascinantes colores ocres otoñales de los arces del lugar. Así llegamos a una de las joyas naturales de nuestra provincia, las altas cumbres con pinares autóctonos y prados de alta montaña. Aunque, todo sea dicho, este pasado duro verano, que se está adentrando ya demasiado en el otoño, todavía tiene agostados unos prados que deberían de estar más verdes y húmedos.
Durante el paseo pudimos conocer y reconocer a algunos de los ejemplares del entorno, el pino silvestre, con ese porte tan singular de los pinares de alta montaña, las comunidades de sabinas y enebros que tamizan, generan y protegen el poco suelo que estas rocas calizas permiten, otras plantas acompañantes, mancaperros, agracejos, piornos, etc. que se adaptan a estas duras condiciones, etc.
Disfrutamos de unas vistas de 360 grados, es lo que tiene hacer el pequeño esfuerzo de subir a la cima del Parque, el cerro Santa Bárbara y otros miradores. Pero, sobre todo, tuvimos la oportunidad de poner en valor el esfuerzo y trabajo de unas comunidades locales que, a lo largo de los siglos, acudieron a estos lugares atraídos por unos recursos minerales escasos, pero valiosos.
Nuestro paseo nos llevó a visitar las restauradas Minas del Carmen y Minas de la Cruz, ejemplos más significativos de la minería de esta zona de calares, aunque las bocaminas, escombreras y huellas del pasado minero se encuentran dispersas por todo el lugar. Visitamos las restauradas zonas de cargaderos, tolvas de carga, bocaminas con sus raíles y vagonetas, castilletes, etc. Y en estos entornos contemplamos algunos de los ejemplares minerales que tanto sudor y agotamiento produjeron, galena, pirita, fluorita, etc. descubriendo algunos de los usos que de los mismos se ha hecho a lo largo de la historia.
También tuvimos la oportunidad de conocer otro oficio vinculado con el entorno de altas cumbres, otro ejemplo de esfuerzo y arraigo con un territorio del que conseguir el recurso necesario, los neveros. Personas que con tesón preparaban la nieve, haciendo uso del precioso nevero de Prados del Rey, que abasteció a muchas generaciones con su preciado frescor y capacidad de conservación.
Y por último, alguna cabra saltimbanqui se nos cruzó durante el recorrido, aunque no tuvimos la suerte de escuchar la berrea del ciervo, que se está produciendo en estos momentos. Aunque si conocimos otra de las joyas del lugar, el sapo partero bético, que aprovecha las pequeñas charcas/abrevaderos del lugar para hacer su apuesta de supervivencia.
En fin, una jornada completita, de la que os dejamos algunas fotos.












